martes, 21 de diciembre de 2010

En donde estés...

Ausencia. Desde pequeña le temí a la muerte, dejar de tener a mi lado a mi familia o amigos, perderme yo misma en el abismo de la putrefacción. Muchas noches pensé en aquello, sin poder evitar llorar en silencio, esperando que nadie me descubriera secando mis lágrimas incontenibles.
Desde que partiste, no he podido ser sincera, ¿cómo podría, si me dejaste tanta tristeza y vacío? ¿Cómo intentar explicar que a veces despierto gritando tu nombre?
Sudor frío, los miedos de la infancia, la infinita soledad que no cede, por más que la empujes, por más que te aturdas. Durante mucho tiempo quise sentir, quedarme de pie y solo respirar, para saber qué era exactamente estar viva.
Ahora mis verdades tienden a ser confusas, mis ganas se disuelven entre nostalgia y silencio.
Diría que el silencio es lo más terrible. Ya ni siquiera recuerdo el sonido de tu voz ¿cómo olvido 19 años en 2 meses? Quiero creer que es imposible, pero simplemente no recuerdo, a penas puedo dibujar tu rostro en la oscuridad de la imaginación. Sin embargo, no puedo olvidar los peores momentos. ¿Será que intentas hacerme creer que estoy mejor sin tí?

A veces, abro los ojos esperando encontrarte. Te busco en los lugares más increibles y en los peores momentos. No estás. No volverás jamás...
Lo más complejo es acostumbrarme a la idea de que no podré volver a verte, no podré volver a reirme de tus bromas o de tus canciones extrañas (que ahora he hecho mías y canto a gritos para no sentirme tan abandonada).

¿Dónde podría refugiarme si no es en tus brazos?
Veo el árbol de navidad y me da asco, me dan asco las familias felices y lo que intentamos fingir en esta casa. Sin tí... no queda nada.

Faltaba tanto, pero tanto, que el futuro se ha transformado en una posibilidad oscura y hostil. No estarás para darme ánimo, no estarás para abrazarme cuando esté harta de todo. ¿Dónde queda tu falsa fortaleza? ¿Dónde quedan las promesas? ¿Dónde queda la eterna segunda oportunidad?

No pudiste volver a intentarlo, y creo que eso es lo que me llena de ira. Sí, estoy enojada, furiosa con todo y con todos. Quiero escupir en la cara de todos y cada uno de los que me han dicho que debo confíar en Dios.

¿Dios? ¿Dónde estaba Dios cuando ocurría todo esto? ¿Dónde estuvo Dios cuando la bilis del resentimiento corroía mis entrañas? Me cago en él, y en su toda poderosa crueldad, me cago en él y en todo el tiempo que gasté intentando encontrar respuestas. ¿Dónde están las respuestas ahora, Omnipotente? Nada. Absolutamente nada y la marea que sigue subiendo.

No te busco en el cielo, porque sé que ahí no podría encontrarte. Te busco en la playa, en el sonido de las gaviotas, en los peces que saltan y se retuercen en el aire. Te busco en el fuego (¿recuerdas aquella noche en mi cumpleaños?), en las estrellas, en mi memoria destrozada. Te busco en la música, en las fotografías, en la arena.

Ahora mismo te busco en mi enojo, en las palabras que lanzo sin pensar, intentando soltar el nudo de mi garganta.

Siento que el tiempo se detuvo hace 2 meses, siento que una parte de mí se fue contigo, y te odio por no haber dejado nada atrás... nada que encontrar, nada que guardar como un tesoro.

Te extraño. Te necesito como jamás he necesitado a alguien en la vida... siento que sin tí, nada tiene ningún sentido. Nada vale la pena. Me dejaste en este mundo de mierda, y fuiste tú quién me enseñó a odiarlo. ¿Por qué? ¿Cuál es la lección acá? ¿Qué se supone que debo aprender?

Vuelve. Algún día, pero vuelve.

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